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domingo, 31 de octubre de 2010

Conociendo a nuestros colegas...

con confianza...
Una de las primeras cosas que se han de hacer al entrar a formar parte de un proyecto terapéutico con caballos es conocer a éstos. Igual que cuando entras a trabajar a cualquier sitio has de tratar de conocer a los que van a ser tus compañeros. Lo mismo. Tenemos que conocerles, lo mejor y antes posible. Y esto, ¿cómo se hace? Pues como con las personas, el roce hace el cariño. Tratando con ellos, acercándonos con cariño, dándoles tiempo para que nos conozcan (a nadie nos gusta que invadan nuestro espacio), pasando tiempo con ellos, trabajando con ellos...
Y en este caso, de animales tan especiales y sensibles, con más razón. Esa va a ser nuestra primera misión al entrar a trabajar con caballos. Hay que conocer el lenguaje común de todos ellos- orejas, boca, ojos, postura, cola...- y el de nuestros compañeros en concreto. Tratar de conocer sus vicisitudes anteriores para comprender mejor su comportamiento, cómo se suele trabajar con ellos, dónde viven, cuales son sus rutinas. En fin, como cuando nos presentan a un compañero de trabajo nuevo. Igual. Aunque los caballos no nos hablen con palabras, no quepa duda de que se comunican con nosotros, y nosotros con ellos, aunque a veces no nos demos cuenta. Y cuanto antes aprendamos esto, mejor para ambos. 
Hay que respetar los tiempos y el espacio de cada uno. El nuestro y el de ellos. Darnos cuenta de nuestra postura, tanto física como psíquica. De nuestro estado de ánimo. Porque ellos sí se dan cuenta. En eso son mucho más sensibles que nosotros. Si nosotros tratamos de calmar a un caballo con tensión en nuestro cuerpo, jamás lo lograremos. Y al revés, si tratamos de activarle con una total falta de energía, como con miedo, nunca lograremos nada. Tiene que haber una confianza mutua, un entendimiento, que, una vez alcanzado nos permitirá hacer maravillas, con solo pensarlo. Como la conexión que tenemos con un amigo de toda la vida que, antes casi de pensar nosotros qué necesitamos, ya nos lo está ofreciendo. Pues eso es lo que hay que conseguir con nuestros caballos. Pero eso lleva su tiempo...

miércoles, 20 de octubre de 2010

Caballos... para todo.

Hoy voy a hablar de hipoterapia, o la terapia en la que los caballos colaboran como terapeutas. Este es un campo en el que siempre se tiene que estar aprendiendo, para ser un terapeuta que de verdad ayude. 
Una de las cosas que más cuesta aprender, o por lo menos enseñar es el tipo de caballo que nos hace falta. ¿cómo se explica el carácter de un animal? ¿el movimiento tranquilo y cadencioso que nos interesa? Cualquiera que tenga costumbre de apreciar el carácter de un animal nos podrá decir: "este animal tiene nobleza, se mueve bien..." Pero, preguntadle: ¿cómo lo sabes? Muchos se quedarán callados. 
Y ¿por qué hacer terapia con caballos? hay muchos otros animales, más pequeños y manejables para que nos ayuden... perros, gatos, pájaros... en fin. Es cierto que todos ellos nos aportan algo. Siempre he pensado que cualquier niño necesita un animal del que hacerse cargo para crecer en su autoestima y educarse en cuidar algo que no sea él mismo. En ese aspecto, incluso una pecera pequeña con peces de agua fría nos vale.
...nos deja subirnos a su dorso...
 Pero el caballo tiene algo esencial: nos deja subirnos a su lomo y nos lleva "a dar un paseo". El hecho de que sea tan grande y a la vez tan accesible nos infunde un valor del que, muchas veces, no somos conscientes. Y es que ¡hace falta mucho valor para subirse a lomos de un animal que tiene una cabeza el doble de grande que la nuestra y tan alto que nos llega hasta el hombro (por lo menos)!
Gran parte del trabajo con caballos se basa en esto último. Pero hay mucho más. 
El calor y el movimiento del caballo relaja los músculos, los tonifica, los pone en marcha. 
Muchas veces se piensa que el caballo de terapia tiene que ser el más abuelo de los que tengamos y punto. Bueno, no puede ser un "adolescente rabioso", pero tampoco es imprescindible que tenga 20 años. A estas edades, normalmente han perdido mucha masa muscular, y con tanto hueso, no suelen ser muy cómodos. 
Yo creo que lo más importante es el carácter. Si tenemos un animal cariñoso, mentalmente estable, dócil y que le gusten los niños (eso se ve, de veras), siempre podrá trabajar con nosotros. Luego, ya veremos si es bueno para terapias físicas, psicológicas, sociales, o, símplemente (o no  tan símplemente) para que los niños lo cepillen y se den cuenta de que la edad no es un impedimento para ayudar a la gente (puede ser muy mayor y muy huesudo, pero con unas ganas de ayudar y ser mimado que nos puedan ayudar todavia). O incluso, un potrillo. Recuerdo una anécdota de un colega, en un centro, en el que una yegua, nada más dar a luz a su potro, le rechazó, no le quería dar de mamar, con los riesgos que ello comportaba. Los expertos del centro se dieron cuenta de que si no amamantaban al potro a mano no saldría adelante, y entre ellos, pero sobre todo los pacientes del centro, se propusieron hacerlo. La enseñanza la sacaron los propios pacientes: si este potrillo no ha hecho nada y su madre le ha rechazado y tiene todas las ganas de salir del bache, nosotros, que  tenemos una familia detrás que se preocupa por nosotros... ¿no vamos a hacer lo imposible por pasar este bache? Así se lo dijeron a los expertos. Se quedaron de una pieza. Y por cierto, el potrillo salió adelante.
Por eso creo que, prácticamente cualquier caballo con buen carácter nos puede valer para nuestros propósitos, que son el ayudar a gente que tiene problemas a pasarlos de la mejor manera posible.
Pero es imprescindible ayudar a nuestros caballos a mantenerse estables en ese carácter. Cuidarles, quererles, darles sus momentos de esparcimiento, de relax, de sociabilización con otros colegas... Como a cualquiera de nosotros después de trabajar nos gusta desconectar, a ellos también. Si no cuidamos estos detalles, por muy bueno que sea un caballo, no durará mucho. 
Con esta reflexión me quedo. A cualquier caballo (y en general, a cualquiera, persona o animal) hay que cuidarle tal como nos gustaría a nosotros que nos cuidaran, y eso sí se puede y se debe enseñar.

jueves, 14 de octubre de 2010

Una cincha novedosa...

Hace unos días me llegó al correo información sobre una cincha de diseño novedoso, más respetuoso con el caballo y muy seguro para el jinete. O eso dicen. No la he probado, pero tiene muy buena pinta. Y además, española. Leyendo la historia de cómo han llegado a este diseño, todos los detalles que han tenido en cuenta para su fabricación y la de vueltas que le han dado para que sea práctica y eficaz me han gustado. El estudio que han realizado sobre caballos en trabajo me ha parecido muy claro y profundo. 
¡Siempre hay que comprobar la cincha antes de subir!
Todos hemos visto esos gestos que los creadores de esta cincha comentan cuando apretamos a un caballo. Intentos  de morder (o mordiscos, si no estamos atentos), botes, movimientos bruscos al trabajar, incomodidad... Sí es cierto que uno de los motivos puede ser la cincha. También puede haber otros motivos, muchas veces por descuido. Un sudadero que se nos queda arrugado, un latiguillo enredado, pelos descolocados.. en fin, hay caballos muy sensibles, qué os voy a decir. Pero si logramos que la cincha no sea uno de esos factores de incomodidad para el caballo, pues eso que nos quitamos. ¿No?
En fin, os pongo el enlace del producto en cuestión y el que quiera, que opine. Siempre podéis llamar a los creadores y preguntarles. Son gente muy cercana.. ¡y con un español perfecto!


Para ver un estudio pormenorizado de los efectos de distintos tipos de cinchas sobre las estructuras del caballo: