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martes, 21 de septiembre de 2010

¿Una clase, o una hora montando?

No es lo mismo. Una hora montando significa una hora sobre el caballo, trabajando. Sin contar nada mas. Para mi gusto, enseñar equitación no es sólo enseñar a montar. Se trata de enseñar a un chaval a hacerse independiente con su caballo. Que pueda llegar un día en que le digan en cualquier sitio: ese es tu caballo, esta su montura, estos sus rendajes... nos vemos en la pista en 15 minutos. Y el chaval sea capaz de "vestir" a su caballo, montar, ajustarse los estribos, y llegar a la pista por sus propios medios. Y que si el caballo tiene alguna herida, una pequeña cojera en alguna extremidad o tiene la mirada "tristona", sea capaz de dilucidar si el animal puede tener algún problema y llamar la atención de su profesor. 
preparando a Espía...
Pero creo que esto es importante en todos los deportes. Un ciclista debe saber algo de mecánica básica, un senderista debe saber algo de primeros auxilios y orientación en montaña, etcétera. 
¿A nadie le ha pasado el perder una herradura en mitad del campo? pues hay que saber qué hacer. O si el caballo se da un golpe, o tiene un tropezón, saber en qué momento se tiene que parar de trabajar, si puede seguir, si hay que bajarse, o si hay que llamar al veterinario.
Y lo de saber poner el equipo... bueno, cuando los niños son pequeños pueden empezar cepillando y almohazando su caballo, luego podrán empezar quitando la silla, la cabezada... lo de ponerla, tiene su miga, porque a lo mejor hay que meter la mano en la boca del caballo, y requiere su técnica y su seguridad. Pero se pueden hacer muchas cosas antes. Eso de llegar y que esté el caballo listo, montar, y que después de bajarse se pueda uno desentender de su amigo, su profesor (es el que más nos enseña, el caballo), no creo que sea lo mejor.
Y por supuesto, siempre que pueda, haré partícipes a los chicos de la preparación y vida de su caballo o pony. En  equitación, pero con más razón, dentro de las posibilidades, en hipoterapia o equitación terapéutica. Siempre que se pueda.
Creo que así matamos varios pájaros de un tiro: educamos, enseñamos responsabilidad, sociabilizamos al niño (muy importante en chicos con problemas de socialización), le quitamos los miedos... Son todo ventajas.
Eso si, hay que tener tiempo, paciencia, y el entendimiento de los padres de que una hora de clase no es una hora montando...

jueves, 16 de septiembre de 2010

El casco... ¿sólo para los niños?

Así quedó el casco...
Si, da calor, a veces es feo, normalmente no vale para nada (afortunadamente), pero, si algo he aprendido este mes de Julio es que prefiero que se me rompa el casco que la cabeza.
Cuando me encontré en el suelo, tras haber salido "por las orejas", como si el caballo me hubiera tratado de clavar en el suelo como a un enorme clavo, me alegré infinitas veces de haber llevado puesto el casco que tantas veces había "sufrido" por ser viejo, feo e incómodo.
Pero parece que cuando se trata de seguridad, sólo nos acordamos de los niños. Cascos, "tortugas", chalecos... cada vez hay más elementos de seguridad, pero, por alguna razón, cuando a algún adulto le propones llevar ni siquiera el casco, suele responder con algo así como: "pero si no voy a correr/saltar!".
No nos olvidemos de que la equitación es en sí un deporte de riesgo. Un animal de unos 500 kilos, con una fuerte tendencia a la huida de cualquier cosa "extraña" (desde una piedra que ayer no estaba ahi, hasta una planta que ha sacado flores en poco tiempo, una vaca...), con una fuerza explosiva y con capacidad de desarrollar una velocidad de 25 Km/h o más, con unos hierros en los pies que pueden romper cualquier hueso si lo pillan por medio. Además, le subimos al lomo una persona, con mayores o menores conocimientos, que le afecta en su equilibrio y sensaciones, y a la que puede hacer saltar con bastante facilidad. Hay que tener cuidado. Si no pasan más cosas es por la nobleza innata de estos animales.
Y después de estas consideraciones... ¿no merece la pena pasar un poco de calor, para conservar la cabeza?

jueves, 9 de septiembre de 2010

Los padres en la hípica...

mi padre todavía me acompaña alguna vez cuando monto...
Cuando yo era más pequeña y mi padre me llevaba a montar los fines de semana, recuerdo perfectamente que se sentaba pacientemente (muy pacientemente) en la grada, si hacia buen tiempo, o en la cafeteria (o club social), si hacia malo. Ni se le ocurría apuntar nada durante la clase, ni mucho menos, corregir al profesor o a la alumna (aunque no faltaran las ganas...). Si algún día me caía, salvo que el profesor le dijera lo contrario, mi padre se quedaba, mordiéndose las uñas, educadamente sentadito. Luego me reconoció que aprendió mucho durante esas horas que pasaba mirando y escuchando. Con el tiempo aprendió las capas de los caballos, las figuras de picadero, la postura más adecuada para un salto correcto... en fin, todo un autodidacta. Pero nunca decía nada, el pobrecito.
Ahora, parece que no. Todo el mundo tiene derecho a opinar. Que ese caballo es muy pequeño para mi niño, que esto ya lo sabe, que a ver cuando galopa... ¡niño, mira lo que haces! ¿pero es que no me oyes? ¡que gires a la derecha! ¡a la derecha! y claro, si un niño, de por sí tiene poca capacidad de atención, si encima dos personas a la vez le estamos diciendo lo que tiene que hacer (que, normalmente son dos cosas distintas...) pues claro, el niño se vuelve loco, y al final no atiende  a nadie. Ni al monitor ni al padre. Y ya le tenemos en medio de la pista, con el caballo/poni parado y el resto de la clase más pendiente de él que del ejercicio que estábamos intentando hacer.
Por supuesto, los padres pueden y deben interesarse por la actividad de su hijo, pero respetando el trabajo del monitor. A ver si conseguimos entre todos estar mas cómodos y disfrutar de un deporte tan completo, didáctico y social como la equitación.