Que la equitación es terapéutica, casi nadie lo pone en duda. Pero lo que hace falta es que haya más estudios científicos, para poner números y aclarar datos que ahora son más intuitivos que otra cosa.
En extremadura han llevado a cabo un estudio en este sentido, y me parece tan buena idea que me apetece poneros aquí el enlace, para que podamos compartirlo. Que lo disfrutéis.
El autismo y la hiperactividad: ¿mejoran a caballo? ( El Periódico Extremadura - 12/04/2010 )
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miércoles, 2 de marzo de 2011
lunes, 28 de febrero de 2011
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Eso está bien, pero, ¿a qué precio?
Está bien que tratemos de enganchar a nuestros niños (sobrinos, hijos) a un deporte, como el de la equitación, que es tan completo y tan divertido.
Pero, ¿le hemos preguntado al niño?
Puede que le de miedo el pony, por pequeño que nosotros lo veamos.
Hay que ponerse en su lugar.
Es cierto que es bueno enfrentarnos a nuestros miedos.
Pero cada uno a su ritmo. Con sus reglas.
Si hoy me acerco, tratando de acariciar a este animal tan grande y que me da tanto miedo y pega un respingo (una mosca que molesta, una cuerda que se me ha quedado por detrás de la oreja y me la tengo que quitar...), obviamente, ya voy tensa.si hoy no monto, no me fuerces. Inténtalo mañana.
Tratemos de ir despacio, poco a poco.
Pero vamos a probarlo.
Vence tus miedos.
Crece.
Si luego no te gusta, no sigas. No es bueno venir a sufrir a un lugar que está pensado para disfrutar.
Nosotros, como adultos a cargo de esos niños tendremos que valorar:
¿se enfrenta el niño a sus dificultades siempre huyendo de ellos? ¿los enfrenta?
¿le tiene miedo a todo?¿le gustan los animales?
Si en general el niño se enfrenta a todos sus retos, intenta lo que no le sale, dejémosle su tiempo.
Si, por el contrario, suele refugiarse en las rabietas y en la protección de su progenitor cada vez que algo le asusta, quizá haya que hablar primero con los padres... muy duro, complicado.
Ahí es donde tenemos que jugar los adultos, quitarle hierro al asunto, convertir el trauma en algo divertido, controlar los posibles sustos y movimientos bruscos de nuestro pony.
Si después de todo, al niño no le gustan los caballos, habrá que buscar otro deporte que le guste. ¿no?
Está bien que tratemos de enganchar a nuestros niños (sobrinos, hijos) a un deporte, como el de la equitación, que es tan completo y tan divertido.
Pero, ¿le hemos preguntado al niño?
Puede que le de miedo el pony, por pequeño que nosotros lo veamos.
Hay que ponerse en su lugar.
Es cierto que es bueno enfrentarnos a nuestros miedos.
Pero cada uno a su ritmo. Con sus reglas.
Si hoy me acerco, tratando de acariciar a este animal tan grande y que me da tanto miedo y pega un respingo (una mosca que molesta, una cuerda que se me ha quedado por detrás de la oreja y me la tengo que quitar...), obviamente, ya voy tensa.si hoy no monto, no me fuerces. Inténtalo mañana.
Tratemos de ir despacio, poco a poco.
Pero vamos a probarlo.
Vence tus miedos.
Montar a caballo, para disfrutarlo en grupo. |
Si luego no te gusta, no sigas. No es bueno venir a sufrir a un lugar que está pensado para disfrutar.
Nosotros, como adultos a cargo de esos niños tendremos que valorar:
¿se enfrenta el niño a sus dificultades siempre huyendo de ellos? ¿los enfrenta?
¿le tiene miedo a todo?¿le gustan los animales?
Si en general el niño se enfrenta a todos sus retos, intenta lo que no le sale, dejémosle su tiempo.
Si, por el contrario, suele refugiarse en las rabietas y en la protección de su progenitor cada vez que algo le asusta, quizá haya que hablar primero con los padres... muy duro, complicado.
Ahí es donde tenemos que jugar los adultos, quitarle hierro al asunto, convertir el trauma en algo divertido, controlar los posibles sustos y movimientos bruscos de nuestro pony.
Si después de todo, al niño no le gustan los caballos, habrá que buscar otro deporte que le guste. ¿no?
lunes, 21 de febrero de 2011
¿Podemos hacerlo? ¡¡Si, podemos!!
Preguntas (y respuestas) a hacerse cuando uno quiere aprender a montar a caballo:
¿Quién es el que nunca se cae? (El que nunca ha montado).
¿Quién manda, el jinete, o el caballo? (Debería ser el jinete, con la venia del animal).
¿Porqué no me obedece el caballo? Aquí ya caben más respuestas, aunque, en la mayoría de los casos todo pasa por una:
Porque no me creo o no sé lo que quiero hacer.
Y aquí me viene a la cabeza, de nuevo, lo que aprendí en Costa Rica.
Eran días de relativa calma. Siempre hay cosas que hacer, pero parece que allí el ritmo es diferente. ¿No has podido hacer esto hoy? Bueno, ya lo harás mañana.
Y como tenía tiempo, lo utilizaba en entender a aquellos caballos.
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Magnífico caballo, Muñeco. |
Y lo que el primer día me costó casi una hora, el traerme a los animales de un ramal para ponerles la silla y la cabezada de trabajo-cuadra (ver el post anterior), al cabo de un mes casi venían a la primera.
Y así aprendí también (con tiempo) cómo se ata una silla que no tiene hebillas, aunque ahora, al haber dejado de usar esas monturas, tendría que volver a aprender. Y a herrar a un caballo (luego aprendí el nombre de aquello: herrar en frío), y a "peluquearle" o recortarle las crines. Allí, el que tiene caballo (y lo mismo el que tiene coche) tiene que saber hacer todo esto, porque puede que el herrador esté lejos, y el veterinario no pase consulta hasta la semana que viene.
Pero no pasa nada. El dueño sabe si su animal está enfermo o si cojea de alguna pata, o si ha dejado de comer.
Y lo que luego leí que tenía su técnica y su nombre, el llevar a un caballo en reata, o sea, ir montado en uno y llevar a otro por las riendas para otro jinete que nos espera en otro sitio, lo hacía sin pensar.
Simplemente, lo hacía, porque
1. Quería hacerlo
2. Creía en mis capacidades.
Y, aunque nadie me explicó cómo se hacía, ahí estaba yo. Bajando unas cuestas embarradas por la lluvia de la noche aterior, con dos caballos que podía considerar míos, llendo al pueblo a buscar a la compañera de trabajo, para que no tuviera que subir andando toda aquella cuesta. ¡Qué bien le vino que yo llegara...!
Y eso es lo que creo que falta ahora, o por lo menos, en muchos casos.
Aunque, a veces, algún alumno me sorprende. Por su sangre, su valor, su calma...
Lo bueno es que esto se puede aplicar a todas las facetas de la vida.
Si creemos en lo que estamos haciendo y en que lo podemos hacer, lo haremos.
Y punto.
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miércoles, 26 de enero de 2011
experiencias...
Hace tiempo que venía dándole vueltas a mis experiencias con los caballos en Costa Rica. En cómo eran aquellos animales y cómo era yo entonces y cómo me relacionaba con ellos.
Habrá que empezar por el principio. Los caballos de Gilbert. Madre mía! Aquel hombre, con el tiempo llegué a pensar que tenía los caballos por verlos en el prado, porque con lo que trabajaba, nunca tenía tiempo para montarlos. Una pena. Cuando los ví por primera vez me quedé maravillada. Lo verde del prado hacía pensar en lo bien que les debía sentar esa vida. Aquellos animales podrían ser la envidia de tantos otros, estabulados todo el día, sin opción al esparcimiento durante días... Y es que allí, el verde se mantiene solo. Más bien, hay que controlarlo para que no se te meta en casa. Literal. Y ellos, tan felices. Corriendo colina abajo y arriba, pastando, en compañía, revolcándose, al fresco, que no al frío, y sin calor, porque en la montaña, no hace el mismo calor que abajo, en el valle. Un clima ideal.
Una de las cosas que me llamó la atención (aunque me dí más cuenta cuando volví a España, allí me pareció de lo más normal) fueron las cabezadas y monturas que allí se usan. Al ser un clima tan húmedo, no sale a cuenta tener piezas de metal en ninguna parte. No darían más que problemas. En la cabezada, no usan ni bocado ni filete. Nada. Por supuesto, ni una sola hebilla. Lo que era un hackamore lo aprendí más tarde. Lo que usan allí son simples cabezadas "de cuadra", que allí son "de trabajo", claro. Y se dominan perfectamente. Al ser animales equilibrados y tranquilos, no tienen necesidad de defenderse de nada. Todos sabemos que muchas veces los problemas vienen de que los caballos pasan demasiado tiempo encerrados y solos, sin poder juntarse con sus iguales para explicarse su existencia, tomarse medidas, rascarse mutuamente, entre otras cosas. Si nos quitamos eso de enmedio, muy raro será el caballo que no quiera colaborar con el jinete, a nada que se lo proponga este último. Si no es así buscaremos otras causas (mala o poca doma, traumas pasados, pereza, edad, lesiones).
Pero es que, en la montura tampoco hay piezas metálicas. Y alguien se preguntará: ¿y cómo se abrocha la cincha? muy fácil (una vez que se le pilla el punto, claro): con un nudo.
Pero es un nudo que requiere técnica y práctica. Se ahoga a sí mismo, no es corredizo y no incomoda en ningún punto al caballo. Más bien, una vez que nos bajamos, lo difícil, a veces, es soltarlo.
Y esos son los primeros cambios a los que me tuve que enfrentar respecto al equipo de montar allí. Otro post tendré que dedicar a las técnicas y modos de montar, que si no, me alargo demasiado...
domingo, 31 de octubre de 2010
Conociendo a nuestros colegas...
con confianza... |
Y en este caso, de animales tan especiales y sensibles, con más razón. Esa va a ser nuestra primera misión al entrar a trabajar con caballos. Hay que conocer el lenguaje común de todos ellos- orejas, boca, ojos, postura, cola...- y el de nuestros compañeros en concreto. Tratar de conocer sus vicisitudes anteriores para comprender mejor su comportamiento, cómo se suele trabajar con ellos, dónde viven, cuales son sus rutinas. En fin, como cuando nos presentan a un compañero de trabajo nuevo. Igual. Aunque los caballos no nos hablen con palabras, no quepa duda de que se comunican con nosotros, y nosotros con ellos, aunque a veces no nos demos cuenta. Y cuanto antes aprendamos esto, mejor para ambos.
Hay que respetar los tiempos y el espacio de cada uno. El nuestro y el de ellos. Darnos cuenta de nuestra postura, tanto física como psíquica. De nuestro estado de ánimo. Porque ellos sí se dan cuenta. En eso son mucho más sensibles que nosotros. Si nosotros tratamos de calmar a un caballo con tensión en nuestro cuerpo, jamás lo lograremos. Y al revés, si tratamos de activarle con una total falta de energía, como con miedo, nunca lograremos nada. Tiene que haber una confianza mutua, un entendimiento, que, una vez alcanzado nos permitirá hacer maravillas, con solo pensarlo. Como la conexión que tenemos con un amigo de toda la vida que, antes casi de pensar nosotros qué necesitamos, ya nos lo está ofreciendo. Pues eso es lo que hay que conseguir con nuestros caballos. Pero eso lleva su tiempo...
miércoles, 20 de octubre de 2010
Caballos... para todo.
Hoy voy a hablar de hipoterapia, o la terapia en la que los caballos colaboran como terapeutas. Este es un campo en el que siempre se tiene que estar aprendiendo, para ser un terapeuta que de verdad ayude.
Una de las cosas que más cuesta aprender, o por lo menos enseñar es el tipo de caballo que nos hace falta. ¿cómo se explica el carácter de un animal? ¿el movimiento tranquilo y cadencioso que nos interesa? Cualquiera que tenga costumbre de apreciar el carácter de un animal nos podrá decir: "este animal tiene nobleza, se mueve bien..." Pero, preguntadle: ¿cómo lo sabes? Muchos se quedarán callados.
Y ¿por qué hacer terapia con caballos? hay muchos otros animales, más pequeños y manejables para que nos ayuden... perros, gatos, pájaros... en fin. Es cierto que todos ellos nos aportan algo. Siempre he pensado que cualquier niño necesita un animal del que hacerse cargo para crecer en su autoestima y educarse en cuidar algo que no sea él mismo. En ese aspecto, incluso una pecera pequeña con peces de agua fría nos vale.
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...nos deja subirnos a su dorso... |
Pero el caballo tiene algo esencial: nos deja subirnos a su lomo y nos lleva "a dar un paseo". El hecho de que sea tan grande y a la vez tan accesible nos infunde un valor del que, muchas veces, no somos conscientes. Y es que ¡hace falta mucho valor para subirse a lomos de un animal que tiene una cabeza el doble de grande que la nuestra y tan alto que nos llega hasta el hombro (por lo menos)!
Gran parte del trabajo con caballos se basa en esto último. Pero hay mucho más.
El calor y el movimiento del caballo relaja los músculos, los tonifica, los pone en marcha.
Muchas veces se piensa que el caballo de terapia tiene que ser el más abuelo de los que tengamos y punto. Bueno, no puede ser un "adolescente rabioso", pero tampoco es imprescindible que tenga 20 años. A estas edades, normalmente han perdido mucha masa muscular, y con tanto hueso, no suelen ser muy cómodos.
Yo creo que lo más importante es el carácter. Si tenemos un animal cariñoso, mentalmente estable, dócil y que le gusten los niños (eso se ve, de veras), siempre podrá trabajar con nosotros. Luego, ya veremos si es bueno para terapias físicas, psicológicas, sociales, o, símplemente (o no tan símplemente) para que los niños lo cepillen y se den cuenta de que la edad no es un impedimento para ayudar a la gente (puede ser muy mayor y muy huesudo, pero con unas ganas de ayudar y ser mimado que nos puedan ayudar todavia). O incluso, un potrillo. Recuerdo una anécdota de un colega, en un centro, en el que una yegua, nada más dar a luz a su potro, le rechazó, no le quería dar de mamar, con los riesgos que ello comportaba. Los expertos del centro se dieron cuenta de que si no amamantaban al potro a mano no saldría adelante, y entre ellos, pero sobre todo los pacientes del centro, se propusieron hacerlo. La enseñanza la sacaron los propios pacientes: si este potrillo no ha hecho nada y su madre le ha rechazado y tiene todas las ganas de salir del bache, nosotros, que tenemos una familia detrás que se preocupa por nosotros... ¿no vamos a hacer lo imposible por pasar este bache? Así se lo dijeron a los expertos. Se quedaron de una pieza. Y por cierto, el potrillo salió adelante.
Por eso creo que, prácticamente cualquier caballo con buen carácter nos puede valer para nuestros propósitos, que son el ayudar a gente que tiene problemas a pasarlos de la mejor manera posible.
Pero es imprescindible ayudar a nuestros caballos a mantenerse estables en ese carácter. Cuidarles, quererles, darles sus momentos de esparcimiento, de relax, de sociabilización con otros colegas... Como a cualquiera de nosotros después de trabajar nos gusta desconectar, a ellos también. Si no cuidamos estos detalles, por muy bueno que sea un caballo, no durará mucho.
Con esta reflexión me quedo. A cualquier caballo (y en general, a cualquiera, persona o animal) hay que cuidarle tal como nos gustaría a nosotros que nos cuidaran, y eso sí se puede y se debe enseñar.
jueves, 14 de octubre de 2010
Una cincha novedosa...
Hace unos días me llegó al correo información sobre una cincha de diseño novedoso, más respetuoso con el caballo y muy seguro para el jinete. O eso dicen. No la he probado, pero tiene muy buena pinta. Y además, española. Leyendo la historia de cómo han llegado a este diseño, todos los detalles que han tenido en cuenta para su fabricación y la de vueltas que le han dado para que sea práctica y eficaz me han gustado. El estudio que han realizado sobre caballos en trabajo me ha parecido muy claro y profundo.
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¡Siempre hay que comprobar la cincha antes de subir! |
En fin, os pongo el enlace del producto en cuestión y el que quiera, que opine. Siempre podéis llamar a los creadores y preguntarles. Son gente muy cercana.. ¡y con un español perfecto!
Para ver un estudio pormenorizado de los efectos de distintos tipos de cinchas sobre las estructuras del caballo:
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