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miércoles, 20 de octubre de 2010

Caballos... para todo.

Hoy voy a hablar de hipoterapia, o la terapia en la que los caballos colaboran como terapeutas. Este es un campo en el que siempre se tiene que estar aprendiendo, para ser un terapeuta que de verdad ayude. 
Una de las cosas que más cuesta aprender, o por lo menos enseñar es el tipo de caballo que nos hace falta. ¿cómo se explica el carácter de un animal? ¿el movimiento tranquilo y cadencioso que nos interesa? Cualquiera que tenga costumbre de apreciar el carácter de un animal nos podrá decir: "este animal tiene nobleza, se mueve bien..." Pero, preguntadle: ¿cómo lo sabes? Muchos se quedarán callados. 
Y ¿por qué hacer terapia con caballos? hay muchos otros animales, más pequeños y manejables para que nos ayuden... perros, gatos, pájaros... en fin. Es cierto que todos ellos nos aportan algo. Siempre he pensado que cualquier niño necesita un animal del que hacerse cargo para crecer en su autoestima y educarse en cuidar algo que no sea él mismo. En ese aspecto, incluso una pecera pequeña con peces de agua fría nos vale.
...nos deja subirnos a su dorso...
 Pero el caballo tiene algo esencial: nos deja subirnos a su lomo y nos lleva "a dar un paseo". El hecho de que sea tan grande y a la vez tan accesible nos infunde un valor del que, muchas veces, no somos conscientes. Y es que ¡hace falta mucho valor para subirse a lomos de un animal que tiene una cabeza el doble de grande que la nuestra y tan alto que nos llega hasta el hombro (por lo menos)!
Gran parte del trabajo con caballos se basa en esto último. Pero hay mucho más. 
El calor y el movimiento del caballo relaja los músculos, los tonifica, los pone en marcha. 
Muchas veces se piensa que el caballo de terapia tiene que ser el más abuelo de los que tengamos y punto. Bueno, no puede ser un "adolescente rabioso", pero tampoco es imprescindible que tenga 20 años. A estas edades, normalmente han perdido mucha masa muscular, y con tanto hueso, no suelen ser muy cómodos. 
Yo creo que lo más importante es el carácter. Si tenemos un animal cariñoso, mentalmente estable, dócil y que le gusten los niños (eso se ve, de veras), siempre podrá trabajar con nosotros. Luego, ya veremos si es bueno para terapias físicas, psicológicas, sociales, o, símplemente (o no  tan símplemente) para que los niños lo cepillen y se den cuenta de que la edad no es un impedimento para ayudar a la gente (puede ser muy mayor y muy huesudo, pero con unas ganas de ayudar y ser mimado que nos puedan ayudar todavia). O incluso, un potrillo. Recuerdo una anécdota de un colega, en un centro, en el que una yegua, nada más dar a luz a su potro, le rechazó, no le quería dar de mamar, con los riesgos que ello comportaba. Los expertos del centro se dieron cuenta de que si no amamantaban al potro a mano no saldría adelante, y entre ellos, pero sobre todo los pacientes del centro, se propusieron hacerlo. La enseñanza la sacaron los propios pacientes: si este potrillo no ha hecho nada y su madre le ha rechazado y tiene todas las ganas de salir del bache, nosotros, que  tenemos una familia detrás que se preocupa por nosotros... ¿no vamos a hacer lo imposible por pasar este bache? Así se lo dijeron a los expertos. Se quedaron de una pieza. Y por cierto, el potrillo salió adelante.
Por eso creo que, prácticamente cualquier caballo con buen carácter nos puede valer para nuestros propósitos, que son el ayudar a gente que tiene problemas a pasarlos de la mejor manera posible.
Pero es imprescindible ayudar a nuestros caballos a mantenerse estables en ese carácter. Cuidarles, quererles, darles sus momentos de esparcimiento, de relax, de sociabilización con otros colegas... Como a cualquiera de nosotros después de trabajar nos gusta desconectar, a ellos también. Si no cuidamos estos detalles, por muy bueno que sea un caballo, no durará mucho. 
Con esta reflexión me quedo. A cualquier caballo (y en general, a cualquiera, persona o animal) hay que cuidarle tal como nos gustaría a nosotros que nos cuidaran, y eso sí se puede y se debe enseñar.

2 comentarios:

  1. ¡Vaya! lo relatas de una forma que ganas me dan de subirme a uno de esos nobles animales...La pregunta seria...¿hay alguno que pueda conmigo?.
    Dark

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  2. Seguro que si, Dark. Lo importante es tener las ganas. El caballo siempre estará ahí esperándote...

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