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lunes, 21 de febrero de 2011

¿Podemos hacerlo? ¡¡Si, podemos!!

Preguntas (y respuestas) a hacerse cuando uno quiere aprender a montar a caballo:
¿Quién es el que nunca se cae? (El que nunca ha montado).
¿Quién manda, el jinete, o el caballo? (Debería ser el jinete, con la venia del animal).
¿Porqué no me obedece el caballo? Aquí ya caben más respuestas, aunque, en la mayoría de los casos todo pasa por una: 
Porque no me creo o no sé lo que quiero hacer.
Y aquí me viene a la cabeza, de nuevo, lo que aprendí en Costa Rica.
Eran días de relativa calma. Siempre hay cosas que hacer, pero parece que allí el ritmo es diferente. ¿No has podido hacer esto hoy? Bueno, ya lo harás mañana. 
Y como tenía tiempo, lo utilizaba en entender a aquellos caballos.
Magnífico caballo, Muñeco. 
Y lo que el primer día me costó casi una hora, el traerme a los animales de un ramal para ponerles la silla y la cabezada de trabajo-cuadra (ver el post anterior), al cabo de un mes casi venían a la primera. 
Y así aprendí también (con tiempo) cómo se ata una silla que no tiene hebillas, aunque ahora, al haber dejado de usar esas monturas, tendría que volver a aprender. Y a herrar a un caballo (luego aprendí el nombre de aquello: herrar en frío), y a "peluquearle" o recortarle las crines. Allí, el que tiene caballo (y lo mismo el que tiene coche) tiene que saber hacer todo esto, porque puede que el herrador esté lejos, y el veterinario no pase consulta hasta la semana que viene.
Pero no pasa nada. El dueño sabe si su animal está enfermo o si cojea de alguna pata, o si ha dejado de comer. 
Y lo que luego leí que tenía su técnica y su nombre, el llevar a un caballo en reata, o sea, ir montado en uno y llevar a otro por las riendas para otro jinete que nos espera en otro sitio, lo hacía sin pensar. 
Simplemente, lo hacía, porque 
1. Quería hacerlo
2. Creía en mis capacidades.
Y, aunque nadie me explicó cómo se hacía, ahí estaba yo. Bajando unas cuestas embarradas por la lluvia de la noche aterior, con dos caballos que podía considerar míos, llendo al pueblo a buscar a la compañera de trabajo, para que no tuviera que subir andando toda aquella cuesta. ¡Qué bien le vino que yo llegara...!
Y eso es lo que creo que falta ahora, o por lo menos, en muchos casos.
Aunque, a veces, algún alumno me sorprende. Por su sangre, su valor, su calma...
Lo bueno es que esto se puede aplicar a todas las facetas de la vida. 
Si creemos en lo que estamos haciendo y en que lo podemos hacer, lo haremos. 
Y punto.

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