Gracias a mi trabajo, todos los días me planteo retos y preguntas. Trato de entender los mecanismos internos en el cerebro de las personas con las que trabajo.
Una de esas preguntas me vino de nuevo a la cabeza. ¿Cómo vencer los miedos?
Es una gran pregunta, que no tiene respuesta fácil. De hecho, cada persona la responderá de una manera, acorde con su forma de pensar y de sentir. Y precisamente eso, sentir, es lo que me guía y lo que me impulsa a seguir adelante.
Una forma de afrontar los nuevos retos y los miedos que la vida nos pone por delante es aferrarnos (física o emocionalmente) a algo o a alguien en quien confiamos. Alguien que tengamos cerca y que nos ofrezca ese punto de confianza y seguridad en el futuro que se nos avecina.
Y precisamente yo, en un momento dado, he sido esa persona de confianza y de apoyo para uno de mis niños, uno de los últimos que he tenido la suerte de conocer.
Fue uno de esos momentos mágicos, breve, pero intenso. Pasé de ser la persona que está ahí, diciéndote "haz esto", "ve por ahí", "no vayas por ahí"... a ser alguien en quién confiar cuando te sientes perdido, sin saber muy bien qué hacer. Y fue el propio niño el que buscó mi mano, el que la apretó con toda su fuerza (que no es poca) y el que me hizo sentir, una vez más, que no me he equivocado de camino.
Él buscó un apoyo para su desconcierto, y a la vez, me dio una razón para seguir luchando cada día, sin darse cuenta, él me dio su apoyo también.
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