El caso es que el dueño, por sus circunstancias particulares, pasa poco por las cuadras a disfrutar de la compañía de su caballo.
Al cabo del tiempo, el dueño viene, y, tras un rato con "su" compañero, nos dice que éste no parece el mismo. Puede que esté más desobediente, aparentemente un poco duro de boca, más "sordo" de pierna...
Un noble animal, es de las mejores compañías... |
A fin de cuentas, lo que pasa es lo normal. Los caballos se acostumbran a lo que hacen día a día. El que lo monte cada día una persona, inevitablemente, le provoca cambios de comportamiento, que, si no le ponemos remedio, pueden acabar en problemas, si no intentamos entender el porqué de este cambio.
Es decir, una vez más, hay que ponerse en el lugar del animal y tratar de llegar al fondo de la cuestión, en vez de tirar por la calle de enmedio y tratar de solucionar el problema a base de un bocado más duro, más fustas o más espuelas.
No podemos dejar todo tirado por ahi, no? |
¿qué pasará si luego, a la vuelta a casa de nuestros padres, éstos descubren esta nueva costumbre nuestra de no recoger las cosas antes de cenar? ¿Cómo conseguirán nuestros padres reconducir nuestra conducta?
Y ahí es donde está la madre del cordero, por lo que es esencial entender la situación y tratar de solucionarlo de raíz.
Sobre todo, tendremos que tener mucha paciencia, mucho cariño y no tratar de dar dos pasos a la vez, sino uno detrás de otro, como siempre aconsejo.
Saludos y relinchos!